— Estas son las reglas del juego. Este es el punto de salida, os
daremos una pequeña ventaja para hacer esto más entretenido, luego saldremos a
por vosotros guiados por los rastreadores y, si os cogemos, os matamos. No
podréis escapar puesto que hemos cercado el valle —al decir eso se rió—. Pero
no penséis que somos tan malas personas. ¡Dadles las armas! — ordenó, y al
momento un Sephal volcó un saco a sus pies. El choque de los metales al caer al
suelo inundó el valle por unos instantes, eran sus espadas—. El tiempo empieza
a correr ¡Ya! —dijo al fin Soker.
Los
Yelou se precipitaron sobre las espadas y, después de una lluvia de empujones,
Rasllew consiguió hacerse con la suya. Sólo la había visto unos minutos, pero
no podía olvidarla. Y así, con espada y grilletes en las extremidades, echó a
correr al lado de Ly.
Corrieron
cuanto pudieron hasta los primeros árboles del linde del claro y se internaron
bosque adentro. Cada Yelou había tomado la dirección que había creído
conveniente, de modo que, después de los primeros minutos de huida comprobaron que
estaban solos.
— Iremos hacia el norte, allí hay un barranco y quizá tengamos posibilidades
de escalarlo —dijo Ly sin aliento—. No creo que lo tengan vigilado por que es
muy abrupto.
Cada
vez les faltaba más aire y encima los grilletes de los pies hacían que sus
zancadas fuesen cortas. Corrieron y corrieron cuanto pudieron hasta que al cabo
de unos minutos se detuvieron. No oían nada a su alrededor. Los demás se habían
dispersado tanto que no escucharon ningún ruido lejano advirtiendo de su
presencia. Se tomaron un respiro y continuaron.
Rasllew
intentaba coger el aire por la nariz y tirarlo por la boca para respirar mejor.
Ly también estaba cansado, pero no se quejaba.
Llegaron
a una zona rocosa donde era muy difícil avanzar. Pensaron que eso retrasaría a
los Sephal y a sus Trionex, así que decidieron cruzarla.
Unas
veces tenían que escalar y otras podían avanzar a trompicones. Al llegar a una
zona alta volvieron a detenerse.
Rasllew
se tumbó en la hierba extenuado, mientras Ly escudriñaba el bosque más abajo. A
lo lejos entre los árboles se veía a los Sephal que ya los estaban buscando.
— No podemos pararnos, ya están cerca y van en Trionex. ¡Nos
cogerán! —de un fuerte tirón puso en pie a su rey.
— Si no descanso un poco no podré continuar y nos cogerán igualmente.
— Tenemos dos opciones; correr hasta que las fuerzas nos abandonen
o esperar escondidos y atacar. Así que hemos de tomar una decisión y rápido
—razonó Ly.
— Está bien, correremos. Nosotros dos solos no tenemos ninguna
posibilidad contra un grupo tan numeroso.
— Es cierto —se detuvo unos instantes antes de continuar hablando.
Cuando lo hizo su voz sonó firme—. Le dije a tu padre que te protegería con mi
vida. No puedo faltar a mí promesa. Continúa corriendo en aquella dirección y
llegarás al barranco. Yo los detendré.
— ¿Y qué pasará contigo?
— No te preocupes por mí, se cuidar de mí mismo. Iré detrás tuya
en cuanto pueda. ¡Corre!
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